martes, 29 de marzo de 2011

Libia: La hora de los muertos

Las potencias imperialistas convierten la guerra civil interna en una abierta intervención militar, condenada de inmediato por Cuba y numerosos países


Por: ANARAY LORENZO (internacionales@bohemia.co.cu)
(24 de marzo de 2011)
Odisea del Amanecer, el nombre

con que las potencias occidentales

denominaron invasión. 

¡Qué desvergüenza!

Casi en el momento de colocar este texto en el ciberespacio el intervencionismo —como la carroña— se había adueñado de Libia, luego de la aprobación por el Consejo de Seguridad de la ONU de una zona de exclusión aérea.

Estados Unidos y sus lacayos concordaron en “darle una mano” a la oposición del líder libio Muammar al-Gaddafi en su cacareada demanda de asesinarlo. Así de sencillo, sin mediar en esa decisión sentido común alguno, lanzaron sus primeras bombas el sábado 19 de marzo y con ellas, como es costumbre, se llevaron vidas inocentes.



Cuando el cibernauta pueda ver estas líneas, la nueva empresa bélica imperial estará avanzada. El Gobierno del país mediterráneo ha pronosticado que la guerra será larga porque —aseguró— el pueblo libio está preparado para eso. Gaddafi en una alocución televisiva apuntaba que Washington no ha aprendido nada de sus experiencias anteriores y por eso siempre acaba derrotado.

Existe una verdad “apriorística”: algo se está rompiendo en los equilibrios de control global del gran capital, y esto lo demuestran las revueltas árabes. En el caso libio, complicado, donde la desinformación ha jugado una carta esencial, muchos estudiosos consideran que Occidente se encontró desprevenido frente a una crisis que nadie había previsto ni programado. Pero… ¿será certero este planteamiento?



Ambición imperialista 


Coincido con la politóloga y periodista iraní Nazanín Amirian en que el plan contra la nación del norte de África “es sospechosamente parecido al de Iraq, otro Estado árabe desarrollado, al que destruyeron para apoderarse de su oro negro.” Y no hay que ser un observador avezado para llegar a esta conclusión, porque en Libia no hay hambruna, la población se encuentra alfabetizada y tiene acceso al agua potable y la sanidad. Amirian, a quien también se le reconoce su activismo a favor de los derechos de la mujer, nos comenta que la esperanza de vida es de 79 años y la tasa global de fecundidad es del 2,7, un signo claro del avance de las féminas.



Entonces, ¿qué tiene este país que los imperialistas ansían? Petróleo. Se trata de la principal reserva de África, cuyo costo de producción del crudo, de gran calidad, no llega al dólar por barril, mientras que en la arena internacional sobrepasa en la actualidad los 100 dólares. Por tanto, es de suponer que el hidrocarburo libio sea toda una tentación para las empresas estadounidenses, marginadas en ese mercado africano, que está dominado por Europa, China y Rusia.

¿Qué estaban haciendo los estrategas en Washington?, pregunto, cuando los medios sonaban sus cornetines para anunciar, con complacencia, que Libia sería bombardeada por fuerzas extranjeras. Dudo que a estas alturas lamenten el haber tenido que llegar a esa medida drástica. Lo más probable es que anden felicitándose los unos a los otros.

Discursos opuestos

Una zona de exclusión aérea implica el bombardeo de

aeropuertos, la neutralización de la defensa antiaérea e

incluso la intervención terrestre: la guerra total


Dice Amirian que lo inverosímil de la crisis de Libia, en la actual coyuntura de la región, es que los sublevados no son los ciudadanos, hartos de Gaddafi, sino jefes tribales, que, respaldados por los comandos de la OTAN (cuya sensibilidad humanitaria se desactiva cuando Israel bombardea a los palestinos o Turquía a los kurdos), están empujando al país hacia una guerra civil.

Este sería el mejor momento para intervenir, el plan A. Aunque para cualquier variante sobre el terreno la injerencia es la única píldora prescrita. Ya ven cómo ha quedado demostrada esta teoría; hoy y siempre tenemos que tomar nota del pasado.

Tal vez lo que sí tomó desprevenidos a los estrategas imperiales fue la respuesta de los simpatizantes de Gaddafi, que, junto con las fuerzas militares, retomaron el control del país hasta llegar a las puertas de Bengasi, bastión rebelde en el este. De todos modos, resultó una magnífica señal para la ofensiva. “No puedo imaginar que la comunidad internacional y Naciones Unidas permanezcan con los brazos cruzados si el régimen libio continúa atacando a la población civil”, expresó el líder de la OTAN en Varsovia. Pero de acuerdo con la periodista iraní, la población civil son nada más y nada menos que los jefes tribales, respaldados por la OTAN.

Hay que ver la disparidad de los discursos. Y habrá que asistir otra vez al recuento de un nuevo escenario para el uso de armas prohibidas, mediante las cuales suelen los imperialistas reafirmar su poderío. Artilugios del mal como el napalm; el agente naranja; el fósforo blanco; las bombas termobáricas y las de racimo o “segadoras de margaritas”, que han dejado profundas secuelas en Vietnam, Yugoslavia, Iraq, Afganistán… Ello, sin contar las arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki, consideradas las acciones terroristas más monstruosas de la historia.

Guerra simultánea

A Libia las potencias occidentales enviaron sus mejores y más potentes armas para neutralizar los aviones Sujoi-24 y los bombarderos MiG-25, de fabricación soviética, así como los cazas Mirage y helicópteros Aerospatiale franceses, con que cuenta la fuerza aérea del Gobierno de Gaddafi.

Hasta hace unas pocas horas Rusia, China, Alemania, la India y Brasil mantenían su postura de abstención ante la luz verde dada por Naciones Unidas; e Italia, su rechazo a la intervención militar. Inmediatamente, tras conocerse el inicio de los bombardeos, Cuba y numerosos gobiernos y mandatarios del mundo expresaron su más enérgica condena a esas acciones.

Hay que ver cómo la locura se esparce por la Tierra. En pleno estado de conmoción mundial por el drama japonés, donde se coligaron un terremoto, un maremoto y el accidente en dos reactores nucleares, los amos globales se confabulan para bombardear un país, comenzar otra guerra que tendría devastadoras consecuencias no solo para el pueblo libio, pues sus impactos sociales y económicos se dejarán sentir en el mundo entero.

Ya existen escenarios bélicos en el Oriente Medio y Asia Central; la apertura de uno nuevo en el norte de África podría determinar una escalada militar cuyo propósito sería garantizar la hegemonía estadounidense en la región, según alerta el conocido politólogo Michel Chossudovsky. El Pentágono está desarrollando muy bien su lógica de “escenarios de guerra simultáneos” y para ello cuenta con una hoja de ruta, en la que por supuesto está Libia, junto con el Líbano, Irán, Somalia y Sudán. Iraq era el primero de la lista, según lo corroboró el excomandante en jefe de la OTAN, general Wesley Clark, en noviembre de 2001.

Chossudovsky insiste en que la opinión pública debe tener conocimiento de la agenda oculta tras esta supuesta intervención humanitaria, anunciada como guerra justa por los jefes de Estado o de Gobierno de los países de la OTAN. De acuerdo con el investigador, la teoría de la Guerra Justa, tanto en su versión clásica como contemporánea, plantea la “operación humanitaria”. Llama a la intervención militar a partir de supuestos morales y éticos contra “Estados canallas” y “terroristas islámicos”.

Telesur comentaba en redes sociales como Twitter que muchos periodistas se marcharon del país el 18 de marzo. La única forma de salir era por mar o por la frontera con Túnez. El pueblo oraba. Los comercios permanecían cerrados y comenzaba a escasear el agua. Se veían largas filas de hombres en busca del líquido vital. La sombra de la muerte teñía el cielo libio.

FUENTE: Bohemia


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